Todos los peruanos somos amantes de la cocina o casi todos. Personalmente, eso del mantel largo no iba conmigo hasta que conocí a Mauricio Fernandini. Sus “20 lucas” en el canal del Estado me divertían mucho y me abrían el apetito e incluso, incursioné, mismo chef practicante, con algunos platillos caseros, con algunos potajes aprendidos gracias a este excelente espacio de periodismo culinario, mezcla de reality, reportaje y show.
Ahora en Frecuencia Latina, Fernandini le ha puesto un aderezo especial no solo con el chef invitado y las 20 lucas de rigor, sino que ese derrotero muy intimista y muy particular de la idiosincrasia de un país, de un distrito, de un barrio y que descubre no solo el sabor, la variedad, los platos imaginativos, la técnica, la experiencia, esa fusión de siempre y del mañana, sino también ese mundo territorial muchas veces olvidados en los medios de comunicación y que hoy no solo se ve como algo folclórico sino como una realidad latente.
Cada domingo, la gente del programa visita diversos mercados de la capital, y del Perú, husmeando sus multicolores propuestas alimenticias. La riqueza de víveres es infinita como los potajes de sus cocineros. No en vano el rey midas, Gastón Acuario, ha conquistado el planeta con sus restaurantes y “20 lucas” es el programa insigne de la señal abierta de la cultura gastronómica de este gran país.
Saboreo con delicia, goce y erotismo a Mauricio caminando con el cocinero invitado en el mercado del barrio. Ese gran hangar, ese inmenso terreno, llenos de puestos y personajes anónimos, desordenados, apiñados, aglomerados, entremezclados, pomposos o simplemente fantasiosos en donde la cebolla araña el olfato, el tomate hechiza los sentidos, las carnes embrujan los paladares, los peces y mariscos abren la imaginación hacia lo infinito, lo herbolario nos recuerda el misticismo, y la papa, el chuño, la oca o esos andinos ingredientes que se han puesto de moda son indispensables en las mesas de hoy.
La globalización de “20 lucas” es magnífica. Las historias exóticas y populares encajen muy bien con la iniciativa del experimentado chef que cuaja a la perfección en una atmosfera multitudinaria. La espontaneidad de la gente y el carisma de Fernandini suman a favor para atraer no solo a expertos en el tema sino a todos los curiosos que queremos convertirnos en cocinero aunque sea un día de domingo.
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